Hablar o escribir sobre arte es casi imposible. Desde la prehistoria hasta nuestros días se han estado fabricando eso que llamamos obras de arte con bastante excelencia; de vez en cuando, aunque desde el principio, con excelsitud. Pero solamente desde hace muy poco tiempo, pocos cientos de años, somos conscientes de esa cualidad, el arte, que hace que una realización humana se convierta en una obra de arte. No sabemos lo que el arte es, ni podemos definirlo, pero si somos conscientes de él cuando estamos en su presencia, aunque no tiene que ver con una determinada habilidad manual o técnica, imprescindible para la realización de un objeto que primariamente es físico. Algunos artistas, con sus obras, además de aportarnos ese regalo del arte en la obra de arte, quieren contarnos otras cosas, como recordar, o imaginar, una puesta de sol. O también opinar sobre esa puesta de sol. O comunicar determinados pensamientos, o sentimientos, imposibles de conseguirlo con palabras.
Al espectador, o auditor, solo le queda mantenerse atento a esa presencia, sin perjuicios. Abandonarse a esas corrientes que desprende esa obra de arte, que si lo es de verdad, nunca nos defraudará, aunque a veces ese diálogo con ciertas obras de arte es más difícil que con otras.
Quizás Antonio Alcázar quiere decirnos algo profundo, íntimo, sin gritar, y por ello sea mas difícil de escuchar.
Pongamos entonces mucha atención.